Los precios del consumo vuelven a retroceder pese al repunte económico
La evolución de la energía y los alimentos hacen bajar un 0,3% el IPC en julio.
Los productos más volátiles, la energía y los alimentos frescos, devolvieron al índice de precios de consumo (IPC) a territorio negativo por tercera vez en los últimos 10 meses. El Instituto Nacional de Estadística confirmó este miércoles que retrocedió en julio un 0,3% respecto al mismo mes del año pasado, cuando en junio había registrado una inflación mínima, un 0,1% en tasa anual. El descenso del índice de precios de julio es el mayor desde finales de 2009, en plena Gran Recesión.
La estabilidad de gasolina y gasóleo, frente al repunte experimentado en julio del año pasado, la diferente evolución de la tarifa eléctrica (el mes pasado bajó de media un 1,9%, en 2013 se encareció un 1,2%) y el abaratamiento de frutas y patatas, tras una campaña mejor que la del año pasado, son las razones que ofreció el INE. Todos ellos son bienes que, estadísticamente, se consideran poco estables, por lo que no se incluyen en el índice subyacente, que sigue anclado en el 0% por tercer mes consecutivo. Pero es precisamente el estancamiento del núcleo duro de la inflación lo que encaja mal con el repunte económico que anticipan el propio INE o el Banco de España.
Porque cuando Eurostat, la agencia estadística de Bruselas, avance el jueves cuál ha sido la evolución del PIB de los países de la UE en el segundo trimestre, la economía española se encontrará en una situación nada habitual desde que irrumpió la crisis: exhibirá un crecimiento trimestral apreciable, del 0,6% según la primera estimación oficial, mientras Alemania y Francia bordean el estancamiento, e Italia está otra vez en recesión. Tanto el INE, como el Banco de España (que reduce el avance al 0,5%) relacionan este repunte con el crecimiento de la demanda interna, y específicamente, del consumo de las familias. “Lo que ha sorprendido es la fortaleza de la demanda interna”, corroboró el ministro de Economía, Luis de Guindos, al anunciar hace unas semanas la revisión al alza de las previsiones del Gobierno.
Pero la reactivación del consumo de los hogares que refleja la contabilidad nacional desafina con la predicción de precios a la baja, o casi estancados, que aventuran los expertos. “En los próximos meses, se mantiene nuestro escenario de bajas tasas de inflación, pudiéndose volver a registrar tasas negativas en lo que resta de verano”, subrayó el miércoles el servicio de estudios del BBVA en una nota de análisis. Es, además, una circunstancia que afecta a buena parte de los precios de la cesta de la compra: la mitad de las 126 subclases de productos y servicios que forman el IPC arrojan tasas anuales negativas.
La falta de inflación cuestiona la fortaleza del avance de la demanda interna
El propio Banco de España ya esbozó una explicación: la mejora de las expectativas, sustentada en la incipiente recuperación del empleo, “habría permitido la materialización de numerosas decisiones de adquisición de bienes duraderos que habían sido pospuestas en años anteriores”. Y destacaba aquí el papel jugado por los sucesivos planes de apoyo a la compra de vehículos.
La explicación del supervisor apunta a que el aumento del consumo estaría concentrado en esos bienes duraderos y, además, sostenido por ayudas públicas. Lo que evidencia buena parte de la cesta de la compra, a través del IPC, es que la demanda de las familias aún flaquea, como reflejan otros indicadores —el índice del comercio al por menor apenas crece—, más acordes con una renta familiar aún en retroceso.
En su análisis sobre la evolución del IPC, el Ministerio de Economía incidió el miércoles en que la reducción de precios se explica “por la evolución de algunas de las partidas más volátiles”, y anticipó que “será transitoria”, para recuperar “un signo ligeramente positivo en los próximos meses”.
Respecto a 2013, se abaratan la mitad de los bienes y servicios que analiza el INE.
Economía optó por fijarse en los aspectos más positivos de que los precios bajen, o apenas suban. “Incide favorablemente en el poder adquisitivo [de las familias], facilita la continuidad de la moderación salarial, con el consecuente impacto positivo en las exportaciones, y en la recuperación de la producción y el empleo”, sintetizó en un comunicado.
Las ventajas a corto plazo de unos precios contenidos son aún más evidentes cuando los salarios (o las pensiones) siguen congelados, o incluso retroceden. Los organismos internacionales descartan el peor escenario, que las tasas negativas se conviertan en una caída generalizada y persistente de los precios —la deflación—, por una demanda tan débil que lleve a aplazar decisiones de gasto y agrave la crisis. Pero sí han expresado, con el Banco Central Europeo a la cabeza, su preocupación por otros efectos de una inflación que apenas despega del 0% en la zona euro.
La baja inflación en la zona euro dificulta a los países más afectados por la crisis la devolución de sus deudas (es un indicio de que las rentas para pagarlas crecen, si crecen, muy despacio), y sobre todo, hace que los enormes ajustes para recuperar competitividad frente a países centrales, como Alemania, sean menos fructíferos. Y el problema sigue ahí: Berlín confirmó, también el miércoles, que el IPC alemán apenas creció un 0,8% en julio.